1.5.12
Uno - dos - tres, aún estás por el muelle de aquel día veintitrés. Aún te encuentras con la mirada perdida.
En realidad sí, sí te permites amar pero tu orgullo te amarra por las muñecas y te defiende de cualquier ultrajo, ofensa o perdición ante las palabras, y no deja que tu corazón se enrede entre celdas de cartón.
Pero yo contigo sigo perdida, con rumbo o sin rumbo, ya no importa la dirección, sólo necesito la estrella guía que me lleve hacia tí, deseo ser ese beso y ese abrazo al viento que das mientras el atardecer permanece inmune ante tu hermosa piel.
Tus ojos almibares mentían, destruían mundos sin darse cuenta, obsesionaban a chicas, acababan con civilizaciones desconocidas sin obtener botín alguno. Esos ojos preferirían estar solos en vez de permanecer con la doncella que le pudiera erizar la piel.
Las batallas ganadas te las dejo a tí, llevas medalla de oro al tener un corazón roto que se da el derecho de romper cien más, como si las aventuras de Romeo y Julieta se dieran una vez más o cuántas quieras contar.
Con o sin obstinación, una vez más, te he entregado las llaves de este corazón, encadenado a los ojos almibares de la razón.
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